<Hemos llegado a creer que una persona es inteligente si tiene títulos académicos o una gran capacidad en alguna disciplina escolástica (matemáticas, ciencias, vocabulario). Pero los hospitales psiquiátricos están llenos de pacientes con estas credenciales. El verdadero barómetro de la inteligencia es una vida feliz y afectiva, vivida cada día, y cada momento de cada día> Wayne W. Dyer, 1976
Construir una nueva educación y con ella una nueva sociedad es uno de los objetivos más importantes de este milenio y para ello necesitamos nuevas fórmulas de alfabetización cultural.
Pienso que, a causa del mundo que nos ha tocado vivir, un mundo globalizado donde se vive un capitalismo triunfalista es muy importante establecer una relación sana con las emociones, por tanto, el conocimiento que quiero transmitir con los talleres de arte inclusivo está extraído de las investigaciones sobre la inteligencia emocional.
En ellos pretendo que, intencionalmente, las emociones trabajen para nosotros, utilizándolas de manera que nos ayuden a guiar nuestra conducta y los procesos de pensamiento, con la finalidad de conseguir el bienestar personal, generando subjetividades que sean capaces de transformar el conjunto de la existencia.
Proporcionar el espacio y las herramientas necesarias para que los jóvenes, o cualquier persona que realice el taller, puedan comunicarse y reflexionar sobre su proceso de desarrollo identitario que, a través de procedimientos artísticos, (literarios, visuales, performativos, gráficos…) puedan generar aprendizajes significativos que les sean útiles en su día a día.
Sullivan “la práctica del arte se puede reconocer como una forma legítima de investigación y que la indagación puede localizarse en la experiencia del taller” (p.109).
Concretamente en estos talleres tendremos que examinar nuestros juicios, sintonizar con nuestros sentimientos, saber cuáles son nuestras intenciones y prestar atención a nuestros actos.